domingo, 4 de diciembre de 2011

Día Mundial contra el Sida

http://www.esmas.com/noticierostelevisa/internacionales/416455.html
http://www.unaids.org/en/regionscountries/countries/southafrica/

Pocos días después del Día Mundial contra el SIDA me gustaría compartir estas noticias y enlaces interesantes. La primera de ellas, de enero de 2005 se refiere a la muerte como consecuencia de dicha enfermendad del hijo de Nelson Mandela. El anuncio fue noticia en su día por la valentía que demostró el Nobel de la Paz al reconocer las causas de la muerte de su hijo. Su gesto sirvió para visibilizar una problemática muy ligada a la falta de información. En la noticia se cifra en 5.3 millones las personas que padecen la enfermedad en Sudafrica. Seis años después la situación no ha mejorado. Más bien al contrario: los últimos datos de UNAIDS (de 2009) estiman que 5.6 millones de personas en el país conviven con la enfermedad.

Conviene recordar estos datos puesto que, en el actual contexto de crisis económica se están perdiendo de vista, mediante la reducción de la Ayuda Oficial al Desarrollo y la eliminación de las agendas políticas de este tipo de cuestiones, problemáticas cuya solución, si se pretende estable y justa, debe formar parte integrante de las estrategias de salida de la recesión y de los nuevos modelos que ellas pueden (y deben) conllevar.

Lectura 3

LECTURA 3

El autor divide su texto en dos apartados: en el primero de ellos analiza qué es una concepción del mundo y cuál es su relación con la ciencia positiva. En el segundo apartado, el autor expone las características de la concepción marxista del mundo.

Para el autor la concepción del mundo se define como el conjunto de principios que modulan la conducta de los seres humanos. Parte de estos principios están implícitos en el quehacer diario de los sujetos, se aplican de forma automática. Otros, en cambio, aparecen de forma explícita en las sociedades y culturas. Y unos y otros están estrechamente relacionados. Sin embargo, la existencia de una formulación explícita de la concepción del mundo en una sociedad no permite conocer cuál es la concepción del mundo realmente existente en la misma, puesto que ésta se caracteriza por ser una sobrestructura no reducible al reflejo mecánico de la realidad social.

Las concepciones del mundo se han estructurado, al menos hasta el siglo XIX,  en torno a sistemas filosóficos que pretenden proveer un conocimiento del mundo con la misma positividad que el de la ciencia. Esta pretensión fracasó a mediados del siglo XIX con la disgregación del sistema filosófico de Hegel. Las características de intersubjetividad y creación de previsiones exactas del conocimiento científico positivo constituido a partir de la Edad Moderna son la causa principal de la caducidad de la filosofía sistemática debido a la seguridad y rendimiento que estas particularidades dan a los sujetos.

La razón por las que las concepciones del mundo carecen de las características propias del conocimiento es el hecho de que aquéllas se refieren, muchas veces, a cuestiones irresolubles por el método científico. Sin embargo, no podemos afirmar que el conocimiento positivo no fomente una determinada concepción del mundo.

Partiendo de estas ideas, se pueden plantear las relaciones entre concepción del mundo y conocimiento científico-positivo. Una concepción del mundo que tome a la ciencia como único cuerpo como único cuerpo de conocimiento real se sitúa por delante y por detrás de la investigación positiva. Por detrás, porque intentará constituirse de acuerdo con la marcha y los resultados de la investigación positiva y, por delante, porque como visión general de la realidad, la concepción del mundo inspira la investigación científica.

Por lo que respecta a la concepción marxista del mundo, o “concepción materialista y dialéctica del mundo” el autor le atribuye una serie de características.

En primer lugar, se trata de una concepción que pretende eliminar la obnubilación de la consciencia. Es una concepción explícita o que, al menos, plantea como tarea llegar a serlo en todos sus extremos.

En segundo, lugar, no plantea sus elementos explícitos como un sistema de saber al positivo, sino como un nivel del pensamiento científico: el de inspirados del propio investigar y de la reflexión sobre su marcha y resultados.

Por otra parte, la motivación de la concepción marxista del mundo es la explicación de los del mundo en sí mismo, o inmanentismo, sin la admisión de causas no naturales. Este es el principio materialista de la concepción marxista del mundo.
El segundo principio fundamental de la concepción marxista del mundo es la dialéctica que inspira no tanto el hacer científico-positivo, como las limitaciones del mismo. Y es que la ciencia positiva ,mediante el uso de la metodología analítico-reductiva, prescinde por abstracción de las peculiaridad cualitativa de los fenómenos complejos analizados. Por tanto, lo que no suministra es su totalidad, su consistencia concreta. El ámbito de la relevancia del pensamiento dialéctico es precisamente las totalidades concretas. Se este modo, la tarea de la dialéctica materialista consiste en recuperar lo concreto sin hacer intervenir más datos que los materialistas del análisis reductivo.

En definitiva, el análisis marxista se propone entender la individual situación concreta sin postular más componentes de la misma que los resultantes de la abstracción y análisis reductivo científicos.

lunes, 21 de noviembre de 2011

Lectura 1:Características del conocimiento científico. ¿Qué es la ciencia?



 En el texto estudiado el autor establece las características definitorias del método científico. A partir de la noción de ciencia de J. Schumpeler (“ Es ciencia cualquier tipo de conocimiento que haya sido objeto de esfuerzos conscientes para perfeccionarlo. Estos esfuerzos producen hábitos mentales –métodos y técnicas- y un dominio de los hechos descubiertos por esas técnicas”) el autor profundiza en la noción de conocimiento científico atribuyéndole tres elementos esenciales:

En primer lugar, el conocimiento científico proporciona una descripción de la realidad y, al mismo tiempo, trata de explicar dicha realidad.

En segundo lugar, la descripción/explicación que la ciencia trata de hacer de la realidad debe llevarse a cabo sin elementos externos. La realidad objetiva debe explicarse a partir de ella misma. La aplicación de esta afirmación a todos los aspectos deriva en el materialismo filosófico, del cual el marxismo constituye su primer exponente.

En tercer lugar, el conocimiento no es un fin es si mismo, sino una parte de la actividad humana. El hombre usa el conocimiento para modificar la realidad. De este modo, el fin último del conocimiento científico es la acción.

Sin embargo, el autor establece dos diferencias fundamentales entre conocimiento y praxis. En primer lugar, el la valoración de los resultados obtenidos por el conocimiento debe medirse por su adecuación a la realidad, y no por sus aplicaciones prácticas (como ocurre con la acción/praxis). Es decir, la actividad cognoscitiva debe desembocar en la cognición. En segundo lugar, la praxis se debe ejercer de forma colectiva, mientras que la actividad cognoscitiva es, por naturaleza, una actividad individual. No existen formas de pensamiento colectivo, pero si mecanismos de actuación coordinada. Sin embargo, esto no significa que el pensamiento no sea una actividad social, sino que, en tanto actividad humana (de un ser por naturaleza social) es actividad social. La diferencia radica en su forma de manifestarse.

En consecuencia, el autor argumenta que la actividad cognoscitiva y la praxis no deben (e incluso, no pueden) desarrollarse de forma conjunta. Un hombre de ciencia, para no perder su condición, no debe preocuparse de las repercusiones prácticas de la misma ni indicar a los hombres de acción qué deben hacer.

Indignados en Nueva York

Mientras ojeo El País del pasado 2 de octubre me encuentro con una fotografía llamativa por inusual. Jóvenes manifestantes en Nueva york bloquean el Puente Brooklyn. El titular ¿El “otoño norteamericano”? parece participar de mi sorpresa. ¿Cuántas veces hemos visto salir a la calle a denunciar injusticias sociales a los norteamericanos en los últimos años? La imagen de un país dormido en la comodidad neo-liberal me viene a la mente. Sin duda, han sido necesarios datos escalofriantes como los que recoge la noticia (46 millones de personas viven por debajo del umbral de la pobreza en EEUU) para despertar la conciencia ciudadana.
Por todos es sabido que la crisis actual es global, planetaria, mundial, o cualquier otro calificativo que se le parezca. Los problemas a los que se enfrenta la juventud, por ejemplo, española (las dificultades de acceso al mercado laboral y, por ende, a un salario digno, a un trabajo estable, a la vivienda, al derecho a formar una familia, etc…) son prácticamente idénticos a los que sufren los jóvenes americanos, franceses, alemanes o marroquís. Y es que las promesas que se nos hicieron en los tiempos de bonanza fueron las mismas y, por tanto, las frustraciones y decepciones también lo son.
Y frente a una problemática global, la solución, o al menos la reacción, pasa por la unión de los afectados. Por eso, la imagen de los “indignados” de Wall Street hace que me permita el lujo de ilusionarme. Y más todavía cuando leo que a las protestas se han unido grupos profesionales, como el de correos. Sin duda queda mucho trabajo por hacer, puesto que los recortes y decepciones continuarán llegando, pero si la mecha de la respuesta social está prendida, nos queda algo de esperanza, algo en que creer.

lunes, 3 de octubre de 2011

1ª sesión

La primera clase de la asignatura Sistema Económico Mundial es para mi, además, mi primera clase como alumna de la Universidad Complutense de Madrid. El papel que juego durante la dinámica que nos propone el profesor es el más apropiado dada mi condición de recién llegada: me corresponde observar la actuación de mis compañeros de grupo, sus valoraciones, comentarios y reacciones. A partir de la observación debo anotar aquellos aspectos que van surgiendo durante la conversación que se basa en las preguntas planteadas por el profesor, así como destacar los aspectos que considero más relevantes. En este sentido, lo primero que llama mi atención es lo trabajoso que resulta para mis compañeros señalar aspectos positivos de su paso por la universidad. Poco a poco, unos a otros se van animando y tras diez minutos conseguimos un listado digno en el que lo más valorado es el ambiente universitario fuera de las aulas, los nuevos amigos, y un puñado de profesores que apuestan por "otra forma de enseñar".

La siguiente pregunta en la dinámica consiste en expresar los aspectos negativos de la universidad y aquí nos falta tiempo para arrancarnos con las quejas: falta de recursos (transporte público, libros, impresoras, microondas en los bares, aire acondicionado, calefacción...), el profesorado poco motivador, las dificultades que supone la adaptación al nuevo Plan Bolonia, los cambios en los horarios habituales, las asignaturas de libre configuración, los suspensos injustos, la "privatización" de reprografía, las asignaturas sin docencia presencial, la falta de participación, la obligatoriedad de asistir a clase... Un listado general en el que cada uno de los temas lleva a una nueva queja o sensación de carencia.

Pero lo realmente interesante del ejercicio surge en el momento en el que se nos pide que, en base a los aspectos positivos y negativos expresados, identifiquemos áreas de mejora de la universidad, la universidad tal y como nos gustaría que fuera. Si bien identificamos hasta cuatro áreas, sin duda, la más controvertida es la que se refiere al fomento de un sistema de convivencia entre las diferentes corrientes ideológicas dentro de la universidad: algunos dan por imposible la mejora puesto que la universidad es un espacio de poder y éste conlleva exclusión por naturaleza. Otros, en cambio, consideran que la universidad ha vivido episodios de represión de la libertad de expresión de determinados sectores (los parece ser, "excluidos" dentro de la vida universitaria), frente a la total permisividad desde las esferas directivas del centro. Se debate, bastante acaloradamente, sobre los límites de la libertad de expresión, sobre el derecho a la crítica, sobre la obligación de los personajes públicos de soportar las mencionadas críticas, sobre la violencia como mecanismo de  respuesta y de crítica... En definitiva, el debate me deja con la sensación de una universidad polarizada, con extremos en conflicto y, por tanto, tremendamente interesante.